Doña Rosbi, Guardiana Del Cacao Orgánico En La Selva Lacandona

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La Mano Del Mono

Cuando comenzó el tiempo, existía el jardín de la vida. Allí, los dioses vivían en cortes de exuberante abundancia. Cada dios tenía su reino y el hombre convivía en armonía entre los dioses hasta que fue expulsado. Fue así que Quetzacoatl, dios del aire, fue encomendado de llevar al hombre las semillas del quachahuatl (el árbol del cacao).

Quetzacoatl se ganó el aprecio de la humanidad en su exilio y la planta del cacao creció y floreció para su bienestar.
Leyenda de los indígenas mexicanos.

Chiapas, alojado en el suroeste de México, es considerado como la tierra de las sensaciones. Allí se percibe el olor profundo del chocolate, disfrutar de la dulzura de un mango ataúlfo, ver volar libremente guacamayas en la selva, oír el interminable correr del agua o palpar la delicadeza de una prenda tradicional.

No cabe duda, que sentir este destino mágico, nos transmite esa sensación de vida y valdría decir quizá que Chiapas está hecha de la distancia entre lo que el mundo nos ofrece y una aspiración hacia otra realidad.

Detrás del relato vivido, Chiapas nos brinda la vida de su gente. Fue entonces, cuando con el equipo de La Mano del Mono y los jóvenes quienes nos acompañaron en el programa Aulas Vivenciales, conocimos en la comunidad Las Nubes a la emprendedora Doña Rosbi, quien maneja una pequeña parcela con aproximadamente 1.800 árboles de cacao y en donde funciona un hermoso taller  para conocer la elaboración del chocolate tradicional.

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Doña Rosbi en su taller de cacao

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Doña Rosbi y su familia hacen parte de la cooperativa “Cascada Las Brisas” y el chocolate, aunque es una actividad complementaria, buscan mantener una tradición milenaria.  Por medio de las experiencias que nos ofrece, alrededor del cacao, la agricultura y el turismo, es ella y su familia quien nos colman cierta sensación de alegría y paz, aleja los vacíos y al mismo tiempo conecta con nuestra realidad.

Su emprendimiento se hace llamar ARYEA y cada letra es una inicial de los nombres de los miembros de su familia. Desde su cálida narrativa, esta familia y Doña Rosbi nos transportan a realizar un viaje a través del tiempo para descubrir la importancia del Cacao y cómo sus costumbres y tradiciones ancestrales, siguen conservándose.

Doña Rosbi ha encontrado en sus manos la fuerza para salir adelante, el amor para cuidar a su familia y la creatividad para crear una actividad complementaria en torno al chocolate artesanal y al cacao. Mujeres como ella, desempeñan una función clave de apoyo a sus hogares y comunidades para alcanzar una buena calidad de vida y mejorar los medios de subsistencia en la ruralidad, generando una mejor sustentabilidad gracias al turismo.

En nuestro programa de Aulas Vivenciales, La Mano del Mono busca que jóvenes de todo el país, puedan vivir una experiencia de primera mano en la Selva Lacandona, compartiendo con comunidades y sus medios de vida. Experiencias que nos ayudan a observar un mundo objetivo del que nosotros mismos formamos parte, al mismo tiempo que damos voz para que las comunidades sean dueñas de su futuro abriendo escenarios de oportunidad gracias a un turismo que se preocupa por el cuidado del entorno, la vida silvestre y las personas.



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