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Gobernanza y Participación en el Turismo Regenerativo

La gobernanza en el turismo regenerativo no es un acto de poder, sino una danza compleja entre el ser humano y la naturaleza, un ejercicio de escucha y de co-creación. A través de ella, las decisiones no son tomadas unilateralmente ni desde un centro de poder distante, sino que se construyen colectivamente, con la participación de quienes han vivido en y con el territorio. Es una forma de relación en la que los seres humanos no se colocan por encima de la tierra, sino que se entrelazan con ella, guiados por un respeto profundo hacia la vida en todas sus formas.

La gobernanza, en este contexto, se entiende como un acto de reconexión. No se trata solo de gestionar recursos, sino de restaurar vínculos rotos entre las comunidades y su entorno. Es una invitación a devolverle a la tierra lo que le pertenece, a reconfigurar las relaciones de poder desde la base, reconociendo que los territorios tienen voz propia, y esa voz debe ser escuchada y respetada por quienes los habitan y por quienes los visitan.

La participación en la regeneración

La participación local es el corazón de este proceso, pues sin ella no hay verdadera regeneración. Participar no significa solo tener una silla en la mesa de decisiones, sino ser parte activa en la creación de un nuevo tejido social y ecológico. Es a través de este acto de involucramiento consciente que las comunidades no solo recuperan su capacidad de decisión, sino que reafirman su derecho a moldear el futuro de sus territorios. La verdadera participación en la gobernanza del turismo regenerativo implica escuchar a la tierra a través de los ojos y las manos de quienes han vivido de ella y con ella.

Pero esta participación va más allá de un deber cívico; es un compromiso existencial. En el marco de la gobernanza regenerativa, cada miembro de la comunidad se convierte en un tejedor de futuro, alguien que, con cada acción y cada decisión, contribuye a restaurar los hilos rotos de la vida. La tierra y los territorios no son espacios inertes para ser explotados, sino organismos vivos con los que nos relacionamos, y es a través de esa relación de reciprocidad que emergen nuevas formas de habitar el mundo.

La participación, en este sentido, se presenta como una metáfora de la vida misma: un proceso constante de equilibrio y ajuste, donde cada acción tiene consecuencias en el conjunto, y donde la co-creación es fundamental para que la armonía se mantenga. En el turismo regenerativo, esta armonía no se logra imponiendo un orden externo, sino permitiendo que la comunidad se apropie de su propio destino, en diálogo constante con su entorno.

Así, el turismo regenerativo nos enseña que participar en un territorio no es dominarlo, sino se trata de aprender a interactuar con él. Entonces, no es solo una necesidad práctica, sino una forma de sabiduría, un reconocimiento de que las decisiones más acertadas son aquellas que nacen del conocimiento íntimo y profundo de la tierra y de quienes la habitan.

La gobernanza regenerativa

La gobernanza regenerativa, impulsada por la participación local, nos recuerda que no podemos hablar de futuro sin hablar de comunidad. No hay regeneración posible sin la colaboración activa de quienes han tejido sus vidas en torno al territorio, quienes conocen cada árbol, cada río, cada espacio sagrado. Y es en esa participación donde reside el verdadero poder transformador del turismo regenerativo: en devolverle a la comunidad su papel de cuidadora, no solo de la tierra, sino también de los significados y valores que la sostienen.

Finalmente, la gobernanza en el turismo regenerativo es una forma de vida, una filosofía que rechaza la fragmentación entre el ser humano y su entorno, que promueve una visión holística y compartida. Es el arte de tejer un futuro donde la tierra, los seres humanos y el turismo no estén en oposición, sino en comunión. Y en ese tejido, la participación de las comunidades locales es el hilo más valioso, porque sin su presencia, no hay verdadera regeneración.

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