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Tere en Lechuguillas

Michoacán: mucho más que la mariposa monarca.  Tere en Lechuguillas

El estado de Michoacán, famoso por hospedar la Reserva de la Biósfera Santuario Mariposa Monarca, actualmente patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 2008, y famosa en todo el mundo, cuenta con numerosos volcanes que forman parte del Eje Neovolcánico Transversal. Dentro de esta Área Natural Protegida (ANP), no tan lejos de la ciudad de Zitácuaro, encontramos el Parque Ecoturístico Lechuguillas donde Tere, la fundadora, nos cuenta que el Centro cubre una zona de dos hectáreas de puro bosque de oyamel, pino, encino y cedro, donde también hay manantiales de agua.

Desafortunadamente, aún no tengo la suerte de visitar el Centro en persona, pero pude platicar con Tere y escuchar la historia sobre su vida, este hermoso lugar y el proyecto que ella ha estado liderando en los últimos 10 años. La pasión de Tere por el bosque nació cuando de chiquita iba con su papá a explorarlo, nos cuenta cómo se escucha el viento, el crujir de los árboles cuando chocan y hasta el aleteo de las mariposas monarca. Tere decidió estudiar desarrollo comunitario después de haber empezado medicina, porque “es una manera de ayudar a la gente y aportar, porque no todo es industria, no todo es la ciudad” y no puedo sino estar de acuerdo con ella, este proyecto me parece la prueba concreta de los increíbles beneficios que la colaboración y el desarrollo comunitario pueden aportar a una comunidad; pero vamos a ver cómo lo logró.

La idea del parque nació como solución al gran problema de las actividades clandestinas, como la tala, que afectan mucho la biodiversidad del lugar. La zona era poco frecuentada y este tipo de actividades eran fáciles de realizar, pero con este proyecto empezaron a enseñar a la gente local a disfrutar de la naturaleza sin dañarla. Construyeron con ecotecnias, como baños secos y estufas ahorradoras, y lograron parar la tala clandestina —¡Casi por completo!, es un logro increíble y su orgullo se escuchaba en sus palabras.  El parque ahora ofrece varias actividades como senderismo, experiencias gastronómicas, tirolesas y puentes colgantes, pero Tere nos cuenta que no siempre fue fácil atraer turistas.

“En un principio era difícil porque teníamos el lugar pero no teníamos la gente, no sabíamos cómo atraerla. Vienen en temporada de mariposas, pero venían solamente a ver la mariposa y se iban”.

Ahí nació la idea de crear itinerarios y rutas para complementar las visitas a los santuarios, creando una red de colaboración en lugar de competición. Fue así que empezó a colaborar con una tour operadora que hacía contactos con las agencias de turismo, y a través de ellos pudo participar en varios tianguis turísticos para llevar artesanías locales y promover los itinerarios y actividades.

“Obviamente no fue todo fácil”, nos cuenta Tere. Al inicio hubo muchos desafíos porque los ejidatarios, principalmente hombres, no confiaban en las capacidades de una mujer, pero con paciencia y tiempo pudo ganar sus confianzas. Ahora nos cuenta que es más fácil trabajar con ellos. Tere invitó a todas las mujeres “a que se capaciten y que hagan cosas con cariño y con amor, porque eso es lo que nos hace salir adelante” y que, agregaría yo, nos hace únicas y fuertes. Ella describió a las mujeres de su su comunidad como mujeres “con mucha ilusión, trabajadoras, de confianza, educadas” y, una vez más, sus palabras a través de sus ojos, transmitieron todo el orgullo de ser parte de esta comunidad y de esta tierra.

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Hubo también otros obstáculos culturales a la colaboración y realización de su proyecto. Nos cuenta que en la zona viven dos etnias muy diferentes: los otomíes y los  mazahuas. Estas dos etnias comparten el mismo sitio pero Tere nos cuenta como hay muchos celos, de un lado los otomíes están en riesgo de desaparecer y los mazahuas tienen a su interior muchas tradiciones y dialectos diferentes, y al empiezo le costó muchísimo trabajo facilitar una colaboración. Pero por fin este año Tere pudo lograr que colaboren a través de la creación de varias rutas turísticas destinadas a promover las tradiciones y artesanías locales, como los bordados tradicionales, los textiles de Zitácuaro de lana de borrego y el ocoxal, o los platos típicos como las corundas (un tipo de tamal), el pulque y los buñuelos con atole blanco. Ahora las mujeres de las dos etnias están muy motivadas a seguir adelante trabajando juntas.

Hablar con Tere me hizo sentir allá, en su tierra, casi pude hasta oler el bosque y escuchar el viento a través de sus cuentos. Espero todos ustedes que nos leen tengan la suerte un día de encontrar Tere, y sentir el calor de sus palabras y contagiarse de su perseverancia.

“Los invito a que nos vengan a visitar a Zitácuaro y Lechuguillas, van a tener una experiencia inolvidable, se van a olvidar de sus problemas, ver y oler el bosque…

Los invitamos a que vengan y conozcan, solo nos falta la playa, pero tenemos presas”

Teresa Carapia Hernández

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